En Retrato portátil Daniel Rodríguez Barrón convierte al ensayo en un caprichoso laberinto de ideas, un cauce impredecible, pero confiable y divertido, donde el ensayador de sí mismo exprime preguntas filosóficas de las obras de teatro de Bertolt Brecht, de la narrativa de Bolaño, Conrad, Tolstói y Bulgákov, de los tratados de Borges y de Unamuno, y de las pinturas de Vlady y de Toledo, entre otros.
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